viernes, julio 15, 2016

Graduación de Bruno Uri



Ciudad Netzahualcóyotl, a 14 de julio de 2016

Hoy Bruno se graduó de preescolar, hubo misa católica, cambio de escolta, entrega de documentos y baile (vals). Al final también fiesta en salón infantil, pero no fuimos.
Los más entusiasmados y alborotados con el suceso eran los papás, que se vistieron de gala, corbata o zapatillas, y supongo que imaginaban este mismo momento para 17 o 18 años adelante, cuando sus recién graduados lo fueran de la licenciatura y se pudiera decir, ahora sí, ¡qué bueno que terminaste la carrera!, orgullosos de este nuevo ingeniero o médico en la familia, ¡valieron la pena tantos esfuerzos y tantos gastos, al final conseguimos lo que tu abuela hubiera querido, verte convertido en todo un profesionista!

En mi caso, varias cosas me “pegaron” de manera imprevista. Primero la misa, que más que un evento de condicionamiento y adoctrinamiento, realmente parecía una forma de dar gracias por este primer escalón de la todavía incipiente vida de los niños graduados, en donde vi muchas caras de alivio que probablemente pensaban en que, al menos por el momento, ya se había alcanzado la meta, “el niño sigue vivo y hasta terminó el kínder, supimos que hacer, aunque no sepamos cómo le hicimos”.
Otra cosa llena de significado ocurrió cuando el cambio de escolta, donde los custodios de la bandera entregaron la responsabilidad cumplida a nuevos “merecedores” del privilegio reservado a los mejores promedios, y pasaron los viejos de 6 años a los novatos, previo juramento de respetarla y defenderla, una pequeña bandera, que los vio tranquila y segura, por la pureza y entrega de los participantes.
La culminación del pasaje patriótico del evento tuvo lugar cuando el maestro de ceremonias anunció que cantaríamos el himno nacional. Todos procedieron, al principio con cautela, viendo al vecino y tratando de no desafinar, y después, con emoción y más energía, como recordando cuando en la época escolar se hacía lo propio y se estaba dispuesto a defender y combatir lo que fuera necesario…
El último evento con significado insospechado para mí fue la entrega de los documentos y los reconocimientos a los alumnos más destacados. Entregaron reconocimientos a los promedios más altos por materia y a los promedios más altos por grado, y todos estábamos esperando que nuestro hijo fuera nombrado para recibir el reconocimiento en cuestión, y en una especie de complicidad no planeada, cada vez que nombraban al hijo de un vecino aplaudíamos y le dedicábamos una mirada de reconocimiento por estar en el grupo de papás con hijos premiados, dando por hecho que también nosotros estábamos en dicho grupo. Al final, con todo y las ganas que en ese momento tuve de que nombraran a Bruno en alguno de los reconocimientos, esto no sucedió, y me descubrí recordarme que he sostenido pláticas asegurando que estos reconocimientos no importan y que la manera de elegir a los ganadores es muy subjetiva y demás etcéteras aplicables al caso, para restarle importancia al asunto…
Bruno se la pasó transparentemente contento y platicando y jugando con sus amigos, como aprovechando los últimos momentos de estar a su lado, pero sin que esto restara brillo a su alegría y entrega entre congéneres recién graduados.
Agradezco a Bruno por las lecciones aprendidas y la oportunidad de seguir creciendo a su lado. El trayecto recorrido en estos tres años de preescolar ha sido muy rico en anécdotas y lecciones y sin temor a equivocarme ha permitido que ahora seamos también un poco más sabios y conscientes del privilegio de tenerle y de la responsabilidad correspondiente.
Mamá tiene planes de preparar un compendio de fotos y trabajos que sinteticen esta etapa de la vida de Bruno para regalárselo. Una vez que así sea, volveré a escribir para acompañar el momento de la entrega de este regalo.
Por el momento reconozco que no dejo de sorprenderme con este camino de la paternidad que he recorrido sin capacitación previa, pero que me ha dejado enormes buenos momentos y con el corte al día de hoy declaro MISIÓN CUMPLIDA. ¡Celebro la vida!
Papá palito.


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